En una reconstrucción de José Ignacio Aráoz.
El doctor José Ignacio Aráoz (1875-1941) distinguido magistrado y político tucumano, se ocupó de reconstruir la vida cotidiana de su ciudad natal en numerosos y agudos escritos que editaba la prensa de su tiempo. En 1921 publicó “Tucumán de cincuenta años atrás”, en “El Orden”. Allí, desde la perspectiva de medio siglo, pintaba el ambiente previo al ferrocarril.
Decía que “nos cuesta imaginar al Tucumán de ayer nomás, de hace cincuenta años apenas, pobre aldea aislada del mundo, fabricadora manual de carretas, chafalonías y tejidos; capital de fundos despoblados y de una exuberante región montañosa, de incipiente pastoreo y de reducidas plantaciones de tabaco, maíz, trigo, arroz y caña de azúcar, cercados de pencas y zanjas”.
Esa ciudad “no tenía más escuela para mujeres que la de la benemérita doña Trinidad Castro del Corro, que enseñó los rudimentos del saber a tres generaciones, que después de este aprendizaje no tenían otros horizontes de cultura que el hogar con sus quehaceres y homilías, las lecciones de canto y piano del viejito Ortega para pocas, la dura experiencia de la vida y las enseñanzas dogmáticas de la religión…”
Era “una aldea donde aún estaban lejos de germinar los sentímientos de vanidad y egoísmo que nos trajo después la riqueza; donde las familias exhibían la modestia del vivir, el orgullo de la hospitalidad y sus afectos sociales; donde por calles polvorientas o fangosas paseaban a pie o a caballo nuestras damas, vestidas de percal o batista, sin sombrero, luciendo su peinado de trenza o bandó, o una hermosa cabellera suelta, y los hombres de levita o ‘jacquet’ y sombreros copa alta”.