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MIGUEL MARTÍN LAGUNA. Portada del misal que perteneció al sacerdote tucumano, con su nombre allí anotado.

Las apreciaciones de Miguel Martín Laguna


En su “Historia social y política del Tucumán” (1809), el doctor Miguel Martín Laguna, sacerdote, tocaba -de un modo algo enrevesado- los más variados temas. Entre ellos, el de la caña de azúcar en nuestra provincia, antes de la acción pionera del obispo José Eusebio Colombres.

Decía, sobre la caña, que “no tenemos noticia (de que) sea originaria de este lugar”, pero en Tucumán su altura era notable: “en el espacio de seis meses se levanta sucesivamente, de caña útil, de una hasta dos y media varas de alto”. Y, “si aún se ha de contar el cogollo tierno y despreciable, son cortas tres varas para las mayores, y vara y media para las menores”.

Algunas cañas “son tan gruesas que tendrán de tres a cuatro pulgadas de diámetro: generalmente son de dos y media pulgadas”. Oyó decir “que esta no es la mejor caña, pero esto es conversación de los que no han visto otras maravillas que las aristas de su país. De la misma planta que da tamaña caña, nace esta delgada: esto vemos, y cual sea su causa ignoramos, pero sabemos que no funda distinta especie de caña dulce”.

Añadía Laguna que “se han hecho aquí unas pocas arrobas de azúcar, por sujetos nada prácticos, y ha salido tan buena como la que nos viene por el Reino de Chile; es decir que es mejor que la del Janeiro, que la de La Habana, que la de Santa Cruz de la Sierra, que la del Paraguay y que la de Jujuy”. Opinaba que si bien “no puede uno solo hacer grandes cantidades, porque no son cuantiosas las facultades de nuestros vecinos, no fuera excesiva la inacción de nuestras gentes, con muchos pocos se conseguirían bastantes miles de arrobas”. El suelo tucumano “es tan ubérrimo en jugos, que no había fruto alguno que no produzca”.