Se postulaba, en 1933, regresar a lo autóctono.
Es sabido que en las décadas de 1920 y 1930 se sostuvieron con fuerza ideas de un “regreso a la tradición colonial” en la literatura y en el arte. En LA GACETA de enero de 1933, Pedro A. Franco firmaba un artículo titulado “Arquitectura propia”. Afirmaba de entrada que “es preciso que el sudamericano realice un estilo propio de arquitectura. No debemos contentarnos con copiar, más o menos disimuladamente, los estilos europeos; es imperioso darnos uno claro y definido, que tenga su génesis en las antiguas construcciones indígenas”.
Afirmaba que “las ruinas del Tihuanaco pueden sugerir la forma de ese estilo, como así también la tapera que se levanta en nuestros campos”. Decía igualmente que “la pintura incaica ha tenido una más rápida adaptación que la arquitectura, tal vez porque son muy pocos los artistas que pueden dar formas a una nueva estilización arquitectónica”.
Expresaba que “debemos hacernos la obligación de estudiar todo cuanto sea necesario, para dar formas a un estilo ligado y deducido de nuestras condiciones climáticas y si se quiere etnológicas; un estilo que sea retrato de nuestras costumbres”. En la actualidad, opinaba, “vivimos lo ajeno, porque nos ha agradado lo extraño sin escudriñar lo propio, que puede ser más hermoso”.
A su juicio, “los arquitectos sudamericanos tienen el deber moral de trazar las bases de la arquitectura teórica del continente, sobre los conocimientos científicos y artísticos que nos han legado las civilizaciones autóctonas del mismo continente”. Deploraba que profesionales poseedores de la instrucción adecuada para estructurar algo autóctono, “se conformen con seguir la corriente ‘copista’ en el estilo. Al habitante sudamericano lo han embutido en los estilos extranjeros de vivienda y se encuentra, por supuesto, incómodo”.