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EL “RANCHO DE PAJA”. Los chicos de la calle solían burlarse de quienes lo usaban.

Un grito callejero de la década de 1920


En 1870, la Municipalidad de San Miguel de Tucumán dictó una ordenanza que prohibía terminantemente los techos de paja, en las edificaciones de cualquier tipo que existieran dentro de un radio de dos cuadras desde la plaza Independencia (paseo que se conocía también entonces, indistintamente, como plaza Libertad).

La disposición argumentaba una serie de razones estéticas, higiénicas y de seguridad, esto último por el riesgo cierto de incendios. Fuera de dicho límite, se siguió usando la techumbre de paja. Hasta 1896, año en que la intendencia de Zenón J. Santillán extendió la prohibición a todo el ámbito delimitado por las flamantes cuatro avenidas, llamadas entonces “bulevares”. Vedaba también la reparación de las cubiertas de paja existentes, que debían ser reemplazadas por tejas o chapas, bajo pena de fuertes multas.

En una amena conferencia de 1967, el historiador Manuel García Soriano recordó cierto grito callejero derivado de esa veda. Sucedió que, a comienzos del siglo XX y por varias décadas, los hombres elegantes empezaron a usar, en el verano, el sombrero de paja “de copa recta, parte superior plana y ala corta, plana y rígida”, adornado con una gruesa cinta con moño, negra por lo general.

En la Argentina se denominaba “rancho de paja” a este tipo de sombrero, y en Europa era conocido como “canotier”. Se hizo famoso en el cine, en las tan celebradas comedias musicales de Maurice Chevalier y de Fred Astaire. Y bien, narraba García Soriano que, cuando los chicos de Tucumán que jugaban en la calle veían pasar al caballero con “rancho de paja”, como un eco de la prohibición municipal de 1896 solían gritarle: “¡Rancho i’ paja, juera el bulevar!”