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JOSÉ IGNACIO ARÁOZ Y CÓRDOBA. Aparece al centro, entre dos amigos. A la derecha, se identifica a Ruperto Fotheringham la gaceta / archivo

Un club en el Colegio Nacional, en 1870.


En 1870, Nicolás Avellaneda, ministro de Instrucción Pública de la Nación y fervoroso propulsor de los libros, envió una circular a los rectores de los Colegios Nacionales. Los exhortaba a “franquear al pueblo las aulas, estableciendo en ellas cursos de lectura”.

El 24 de julio, el vicerrector del Nacional de Tucumán, José Ignacio Aráoz y Córdoba, informaba al ministro sobre el tema. Le parecía “hecho digno de observación” y “honroso para un pueblo como el nuestro, tan de tierra adentro”, el entusiasmo que había rodeado la fundación del “Club de lectura y cambio de ideas”, que acababa de instituirse en el Colegio.

La fundación se había realizado, contaba, “por aclamación”, en la reunión convocada a ese efecto en las galerías del Colegio, el 25 de mayo. Allí se congregaron “como 48 personas que fueron profesores y empleados del establecimiento; mis principales alumnos, y algunos ciudadanos fervientes sostenedores de la idea”.

Según lo acordado en esa reunión, Aráoz y Córdoba pasó a difundir, el 7 de junio, una circular al pueblo, que contenía el programa del Club. Fue recibida, informaba, con gran entusiasmo por todos, incluyendo los extranjeros residentes en Tucumán.

Entonces, el 9 de julio, el Club celebró “su segunda sesión preparatoria, para uniformar la opinión de los socios, en busca de las bases de estabilidad de la asociación”.El 24, la entidad se “instaló solemnemente”. Se eligieron presidente y vice al rector y al vicerrector, respectivamente, y secretario al profesor Sisto Terán. Asimismo, se encomendó a los doctores Uladislao Frías, Agustín Justo de la Vega y Benjamín Paz, elaborar un proyecto de estatutos.