Testimonios del escritor César Carrizo
Promediaba la década de 1930, cuando el escritor César Carrizo visitó Tucumán. En su libro “Imágenes del país” (1937) narra sus entusiastas impresiones de Tafí del Valle. Hizo el trayecto a caballo desde el bajo (aún no existía camino para automotores) y al pisar el valle, cuenta que sintió “esa emoción plena de quien arriba a una playa después de largos días por un mar agitado”.
Escribe que “los cerros, vistos más de cerca, se nos ofrecen tapizados de verde grama; y en los senos y quebradas, con alisos y queñuas”. En medio del campo, se alza El Pelado, detrás de los cuales están “los valles de Las Carreras y del Rincón, hermosos lugares que unen a la belleza la fecundidad de la tierra”. Este cerro, “inesperado y solitario”, tiene “el designio de presidir uno de los paisajes más pintorescos y luminosos”.
El viajero se detiene “a contemplar esas pendientes verdes de las montañas vecinas”, que parecen rendirle homenaje. Admira las grandes piedras, las quebradas profundas “arboladas y sombrías, y esos arroyos de plata que bajan por los flancos de los cerros y van a remansarse a sus pies”.
Ya en el valle, Carrizo recoge la hipótesis de que “en épocas muy antiguas, el abra fue la cuenca de un lago que, debido a conmociones sísmicas, se desagotó por la válvula de La Angostura. Así se explica la horizontalidad del lecho y su fertilidad, por el abundante limo que dejaron las aguas”.
La población tafinista, en ese momento, era de “5.000 almas, más o menos”, cifra que disminuye notablemente en tiempos de zafra, “pues muchos hombres y algunas mujeres, en caravana, se dirigen a los ingenios”.