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LA SALA DE REPRESENTANTES. Hoja de su presupuesto para 1927: un secretario, un prosecretario y edecán, un portero y gastos de oficina y alumbrado. Total, 1132 pesos. la gaceta / archivo

Un cálido elogio del viajero inglés Andrews.


Es conocido que el capitán inglés Joseph Andrews estuvo en Tucumán en 1826, gestionando un negocio de minería. Y que cronicó su viaje en los amenos e interesantes dos tomos del “Journey from Buenos Ayres through the provinces of Córdoba, Tucumán and Salta”, editado en Londres en 1827. Asistió a un debate en la Legislatura de Tucumán, llamada entonces “Representación Provincial” o “Sala de Representantes”, donde se trataba su contrato.

La sesión, cuenta, “dio lugar a un despliegue de talentosa oratoria, en la cual no sabía yo qué admirar más: si la elocuencia, o el decoro y altivez de los argumentos, jamás mezclados con pasiones o intereses personales”.

Los miembros de la Sala, una vez concedida la palabra, se paraban y se detenían frente a la presidencia, para dirigirle su discurso de pie. Era parecido al sistema de la Cámara de Comunes. Hablaban “con un aire de independencia y franqueza muy agradable para un inglés, acostumbrado a la libertad de los debates”.

Le llamó la atención un abogado que se lanzaba contra el gobierno con tal vehemencia que le recordaba a Fox, aunque tenía “infinitamente más gracia en su maneras y más delicadeza en su expresión”. El doctor Molina, con “elegantes y persuasivas maneras”, le contestaba “más con argumentos que con declamaciones, y con un desapego y posesión de sí mismo tales, que no podría ser superado en ninguna asamblea europea”.

En esa sesión tuvo posibilidad también, decía Andrews, de “observar varios otros miembros con brillantes condiciones de oradores, y dignos de figurar en primer rango en cualquier Senado”.