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EN LA DÉCADA DE 1910. Todavía existía en Salta esta casa, donde estuvo prisionero el jefe realista Pío Tristán después de la victoria de 1813. la gaceta / archivo

Ernesto Padilla exaltó su significado


Ese gran tucumano y gran argentino que fue el doctor Ernesto Padilla (1873-1951) dio una cálida visión de las ciudades del norte argentino. La expresó como gobernador de Tucumán, en el discurso que pronunció en Salta, en 1913, con motivo del primer centenario de la victoria patriota del 20 de febrero de 1813.

“Por modestas que sean nuestras ciudades del interior, ofrecen algo más que la visión de un caserío o de una población amontonada”, dijo. Ellas “saludan al viajero con el perfume insustituible y encantador de una típica y noble sencillez. Hablan en el lenguaje del sacrificio y del honor en que asientan sus murallas”.

Ellas “marcan, al surgir, una dirección primaria: señalan luego un paso avanzado en la ardua conquista, concretan y traducen después un acontecimiento trascendental de la colonia; se incorporan por fin, con la integridad de sus recuerdos, a la Patria que formaron con su heroísmo, con sus legiones, con sus latidos y con sus acentos colectivos”.

Están todas “emplazadas sobre las cenizas de los antepasados, que dan cimiento y fuerza a la tradición que las envuelve. En cada casa brilla la aurora de los que vienen y el ocaso de los que fueron, sacudidos por los duros vientos que arreciaron sobre estas zonas, entre la anarquía y la miseria que resistieron y salvaron con dignidad y con fe”. Afirmaba que “cada una de estas ciudades tiene un alma propia, que despierta, en el corazón del argentino, ese ritmo en que se conjugan todas las armonías de la vida nacional”.