La probidad del gobernador Lucas Córdoba
En 1896, a poco de asumir la gobernación de Tucumán, el teniente coronel Lucas Córdoba debió emplearse a fondo para gestionar, del Congreso de la Nación, la sanción de una ley de primas a la exportación, que protegiera a la industria azucarera.
Debió permanecer varios meses en Buenos Aires, buscando el apoyo –nada sencillo- de los diputados y senadores.
Finalmente, la norma se aprobó por un voto en Diputados, pasó sin mayores problemas por el Senado, y se sancionó definitivamente el 14 de enero de 1897. El gobernador subrayó, en su posterior mensaje, que era la primera vez que se conseguían estas primas, sin las cuales “no hubiera sido posible mantener en pie la industria”.
Julio P. Ávila, subsecretario de Gobierno por entonces, estuvo entre quienes acompañaron a don Lucas a Buenos Aires. Narraría una anécdota de esos días. Mientras esperaba la votación, en la barra del Senado, comentó al industrial Guillermo Padilla, que don Lucas Córdoba carecía de casa propia. Padilla le dijo: “No. Ya hemos hablado con don Brígido Terán y otros. Vamos a escriturarle la casa donde vive en Tucumán”.
Por la noche, Ávila informé al gobernador esta novedad. “Mi contento fue brevísimo”, cuenta Ávila. “Porque don Lucas, con una rabia reconcentrada, me dijo: ‘No son ni Brígido ni Guillermo Padilla quienes me podrán inferir esta ofensa (y aquí lanzó un gran terno militar). Yo trabajo por Tucumán y no por la fortuna de los industriales’. Se acabó el asunto casa, desde ese momento y para siempre”.
Vale la pena hacer notar que teniente coronel Córdoba, que gobernó dos veces Tucumán y fue senador Nacional, nunca poseyó vivienda propia y residió siempre en casas alquiladas.