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LA NATURALEZA TUCUMANA. Lo que quedaba de grandes árboles talados en Famaillá, muestra esta fotografía que publicamos en 1987. LA GACETA / ARCHIVO

Tres ejemplos de Inocencio Liberani, en 1882.


Uno de los autores de la afamada “Memoria histórica y descriptiva de la Provincia de Tucumán”, editada en 1882, fue el sabio Inocencio Liberani. Entre los capítulos que corrieron a su cargo, estaba el referido a nuestros productos naturales. Encabezaba su trabajo con ponderativos conceptos sobre las maderas del bosque local. “Pocas provincias ofrecen a la explotación una variedad más grande de especies, de más rica calidad y tamaño, y de aplicaciones industriales más variadas e interesantes”, afirmaba.

Decía que “para formarse una idea de la vegetación arbórea de este suelo privilegiado, basta recordar lo que es de notoriedad pública en Tucumán y en varias partes de la República. Me refiero al renombrado Pacará de la Reducción (‘Entorolobium Timbana’) que mide no menos de 20 metros de circunferencia y bajo cuya sombra se abrigan cómodamente 200 jinetes”.

Otro ejemplo era “el no menos grandioso Pacará de la Yerba Buena, del cual se sacó una tabla de una sola pieza para mesa de billar, y un recipiente –bateón- de 60 barriles de capacidad”. Agregaba que “de Tucumán ha sido también el célebre Cedro del Río Seco (‘Cedrella brasiliensis’) de 3 metros de diámetro y 40 y tantos de altura, que figuró hace años en la Exposición de Córdoba, y del cual se sacaron tablones que forman hoy una de las curiosidades de varios museos del Viejo Mundo”.

Expresaba Liberani que “ejemplos semejantes se encuentran a cada paso en nuestros montes, y está uno tan familiarizado en Tucumán con el tamaño extraordinario de estos árboles, que nada podría sorprendernos al respecto”.