Las quejas del gobernador Benito Martínez
El 23 y el 24 de octubre de 1816, el Soberano Congreso no realizó sesiones públicas sino secretas. En la primera, se leyó un oficio donde el gobernador de Cuyo, José de San Martín, informaba que había delegado el mando en el coronel mayor Toribio Luzuriaga, “para dedicarse exclusivamente a la formación y disciplina del ejército de su mando”. En otro oficio, el gobernador de La Rioja, Benito Martínez, pintaba un inquietante panorama sobre su jurisdicción, y deploraba que el Congreso no respondiera a las notas que le envió. Decía que toda La Rioja estaba “inundada de españoles europeos, prisioneros, confinados y mineros de Famatina”, quienes trataban de seducir a la gente a favor de la causa realista, y mantenían “comunicaciones diarias con el enemigo en Chile” país al cual pasaban por Guandacol y Vinchina. A juicio de Martínez, era necesario que el Ejército del Norte le permitiera elegir oficiales capaces de reducir “aquella gente de la campaña a una milicia ordenada”. El Congreso pasó copia del oficio al general Manuel Belgrano, para que dictara las providencias convenientes, dando cuenta de ellas al Congreso y al Director Supremo.
En la sesión secreta del 24, tras leer oficios del Directorio relativos a enviados de las Provincias Unidas en el exterior, decía que por el momento había que ceñirse a reclamar el reconocimiento de la Independencia por parte de “una o dos de las principales naciones”. Se evitarían así los grandes gastos que significaba mantener enviados. Informaba que había iniciado, en ese sentido, negociaciones con Suecia. También se trató largamente el problema de enviar comisionados ante la corte brasileña y ante el jefe del ejército invasor de la Banda Oriental.