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JOSÉ MARÍA PAZ. Gran amigo y albacea de Balcarce, dedicaría a su muerte una sentida página en sus “Memorias”.

Se enluta el Ejército del Norte en Tucumán.


No celebró sesión el Congreso de las Provincias Unidas el 22 de setiembre de 1816. Entretanto, el Ejército del Norte, acampado en Tucumán, era destinatario de enérgicas medidas de su jefe Manuel Belgrano para reorganizarlo. El sargento mayor -luego general- José María Paz, narraría sucesos de esa época en sus “Memorias”, como calificado testigo.

Un mes atrás, el 22 de agosto, había fallecido en Tucumán el coronel Diego Balcarce, del Ejército del Norte. Confiesa Paz que esa muerte “había hecho una profunda herida en mi corazón”. El mismo mes del año anterior, había perdido a otro amigo, “de modo que agosto vino a ser para mí un mes fatídico”. Desde tiempo atrás, Balcarce se sentía enfermo, con “una tos bastante fuerte y una fatiga que le acometía cuando hacía cualquier ejercicio”.

Los médicos Berdia y Vico lo asistieron en Trancas. Al principio no dieron importancia a su dolencia, pero al revisarlo más prolijamente la calificaron de “muy grave”. Trasladaron a Balcarce a Tucumán y, dice Paz, “no fue sino con pesar que le hice preparar el carruaje y me resolví a separarme de un amigo que no debía ver más”. La fuerza llegó a Tucumán para acampar, seis días después de la muerte de este “virtuoso soldado y patriota distinguido”.

En su testamento, designó a Paz como albacea. En nombre de su regimiento, cuenta este, “solicité el permiso de usar luto por dos meses, y se me concedió, lo que todos los oficiales hicieron con la mejor voluntad”. En el funeral del coronel Balcarce, pronunció la homilía el canónigo Gorriti, quien elogió cumplidamente al fallecido.

“Esta desgracia que puedo llamar doméstica, por cuanto vivíamos en una misma casa, comíamos en la misma mesa y estábamos siempre juntos, me causó el más acerbo dolor”, expresaría Paz.