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REUNION CAMPESTRE. En esta foto de fin de los años 1930, posan los músicos con violín, guitarra y bandoneón, en Potrero de las Tablas. LA GACETA / ARCHIVO

Llegaron a Tucumán en el siglo XVI


En su extenso y erudito prólogo al “Cancionero popular de Tucumán”, Juan Alfonso Carrizo dedica varios párrafos a las guitarras. Apunta que estos instrumentos llegaron a la antigua Provincia del Tucumán (que, sabemos, abarcaba el Noroeste además de Córdoba) en el siglo XVI, y pronto se constituyeron en los favoritos de la población en todas sus clases.

El historiador Pedro Grenón encontró noticias documentales sobre el tema, en el Archivo de Tribunales de Córdoba. Por ejemplo, en 1597, entre los efectos que vende Francisco de Nájera, se mencionan “82 trastos de cuerda de vigüela”. En 1599, se lee en un documento el apunte de “cuatro mazos de cuerdas de vigüela, a 4 pesos cada mazo”; y en 1604, se inventarían en una tienda “100 cuerdas de vigüela, a 2 reales la cuerda”.

En cuanto al arpa, “instrumento propio de la aristocracia española”, llegó, si no en el siglo XVI, a principios del siguiente, y aquí “se democratizó” rápidamente. Era muy frecuente que la tocaran los ciegos. Algunos “viejos tucumanos” narraron a Carrizo que “los muchachos traviesos iban a los bailes tan solamente a fastidiar a los ciegos, echándoles cohetes encendidos en las cajas”.

Carrizo contaba que, en un baile de Catamarca al que asistió en la década de 1910, un guitarrero tucumano entonó: “Tucumano soy, señores,/ yo no niego mi nación,/ más vale ser tucumano/ que santiagueño ladrón”. De inmediato, un santiagueño pidió la guitarra y echó a volar esta copla: “Santiagueño soy, señores,/ de Santiago del Estero,/ más vale ser santiagueño,/ que tucumano cuatrero”…