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JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN. El Director Supremo en sus últimos años, retratado por su hijo Prilidiano.

“Dos monarquistas expectantes”, dice Mitre


No celebró sesión el Soberano Congreso el 28 de julio de 1816. Entretanto, el general José de San Martín se dirigía de regreso a Mendoza, desde Córdoba. Iba muy satisfecho por la promesa recibida del Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, respecto a apoyar resueltamente la formación del Ejército de Los Andes.

En su clásica “Historia de San Martín y de la emancipación americana”, Bartolomé Mitre dedica largos párrafos a ese tema. Apunta que, a Pueyrredón, “la historia debe tenerle en cuenta su espontaneidad al aceptar el plan salvador de San Martín”, así como “el desempeño consciente que puso para llevarlo a buen término, debiéndose a esto los grandes sucesos que han hecho memorable su administración”.

Agrega Mitre que “las ideas políticas de Pueyrredón en cuanto a forma de gobierno, que siempre habían tenido un tinte aristocrático, eran entonces acentuadamente monárquicas (como las de la mayor parte de los más notables contemporáneos), aun cuando pensase, como San Martín, que era un medio y no un fin. Mientras tanto, se conformaba con la situación republicana que se imponía por sí”.

En cuanto al contenido de las conferencias de Córdoba entre ambos generales, Mitre piensa que es probable que allí “cambiases ideas sobre este punto (que era a la sazón materia de extravagantes discusiones abstractas en el Congreso), como de una cosa posible, más o menos conveniente en su oportunidad. Eran dos monarquistas expectantes”.

No era el caso de Manuel Belgrano. Este “había abrazado con candorosa pasión no sólo la idea de la monarquía constitucional de los ingleses, sino la restauración de la dinastía de los Incas, para fundar un imperio americano con el Cuzco por capital”.