El consejo de un eclesiástico tucumano.
Tiene interés para valorar los estudios de los jóvenes en tiempos de las guerras civiles, la carta que un sacerdote tucumano radicado en Buenos Aires, el Deán Diego Estanislao de Zavaleta, dirigió a Tucumán, en 1824, a su sobrino político José Manuel Silva. En la misiva -publicada por Enrique Ruiz Guiñazú en “El Deán Zavaleta”- Silva le pedía consejo sobre un nieto, Benito Zavaleta.
El deán opinaba que, si Benito “se siente inclinado a seguir la carrera de las letras”, debía venir a Buenos Aires “y no a Córdoba”. Expresaba que “es verdad que los estudios (porteños) no están en el estado en que yo quisiera verlos; pero no están más arreglados en Córdoba, y aquí se está trabajando en mejorarlos, con fundada esperanza de conseguirlo”.
Agregaba: “por otra parte hay, como V. sabe, mucha diferencia de Buenos Aires a Córdoba. En el trato civil solo se hará aquí de mejores ideas que las que adquirirá entre los compases del canto cordobés (fastidioso por sí solo para cualquiera que tenga el oído bien formado), en un par de años de Universidad”.
“Creo, pues, que si Benito ha de seguir la carrera de las letras, bien sea para eclesiástico (aunque hoy este es oficio de menos valer), para abogado, médico, ingeniero, náutico, etcétera, es mucho mejor que venga aquí, que el que se quede en Córdoba. Pero si el temor de que se corrompa o se haga hereje lo determinase a mandarlo a Córdoba, no lo mande al Colegio de Monserrat sino al de Loreto, donde hay al menos de Rector un excelente eclesiástico, amigo mío”.