Salvó al poeta y letrado Ramón Oliver.
En 1881, el Centro Gallego de Buenos Aires convocó a unos Juegos Florales -como se llamaban entonces los certámenes literarios- donde ganó el primer premio el poema “Tucumán”, de Ramón Oliver. Esa composición figura en antologías como “Tucumán al través de la historia. El Tucumán de los poetas”, de Manuel Lizondo Borda (1916).
Oliver (1860-1897) también ganó al año siguiente los Juegos Florales de Salta, con “El Valle de Lerma”. Era abogado y fue largo tiempo secretario de la Suprema Corte de Justicia bonaerense. El reciente libro “Eduardo Wilde. Una historia argentina”, de Maxine Hanon, recoge una anécdota narrada por Wilde sobre este letrado poeta.
En enero de 1884, el presidente Julio Argentino Roca fue a pasar el día a la chacra de Alejandro Leloir, en Morón. Allí estaba de visita el doctor Oliver. Resolvieron bañarse en el río Matanzas. Nadaron un rato y, cuando ya se vestían, oyeron desesperados gritos: Oliver se estaba ahogando. Gregorio Soler se tiró al agua y empezó a nadar en su dirección, pero se hallaba algo lejos. Entonces, el presidente Roca, en camiseta y calzoncillos, se zambulló en el río y logró aferrar a Oliver antes de que se hundiera. Ayudado por Soler, lo trajo a la playa, donde el poeta estuvo tirado como una hora “hasta lanzar toda el agua que había bebido sin sed”.
La ropa de los salvadores había quedado hecha un desastre, y Leloir debió vestirlos: luego mandó al presidente el regalo de una yunta de caballos, en agradecimiento. Roca demostró “que era un valiente, aunque algo irresponsable teniendo en cuenta su cargo”.