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TUCUMAN, NOVIEMBRE DE 1925. El doctor Juan B. Terán LA GACETA / ARCHIVO

Testimonios de su aspecto y personalidad


Algunos tucumanos que conocieron al doctor Juan B. Terán (1880-1938) han dejado testimonios con su impresión personal sobre el fundador de nuestra Universidad. Según el ingeniero Segundo Villarreal -uno de los primeros egresados de la casa- Terán concurría diariamente a su despacho de rector, y llegaba en un coche de plaza.

“Recorría los laboratorios, presenciaba algunas clases e integraba accidentalmente algunas mesas examinadoras”. Se lo veía con frecuencia conversando con profesores o con alumnos en el patio de entrada. Lo evoca como “de estatura mediana y de tez blanca, que contrastaba con su cabello negro azabache”.

Se armonizaban en su figura “las modalidades de un hombre fino: palabra suave y convincente, sonrisa afable, ojos en que resplandecían la ternura y la bondad, y espontánea atención cordial para cualquier interlocutor, sin medir las distancias y, al contrario, acortándolas”. Doña Amalia Prebisch de Piossek notaba en su rostro una “sonrisa perenne, un poco triste”, además del “andar tranquilo y firme”, los modales “galanos” y la vestimenta pulcra.

Según el doctor Adolfo Rovelli, profesor de los primeros tiempos, Terán “despertaba una comunicativa simpatía por su trato llano y su espíritu alegre”. Eso le permitió “sobrepasar los problemas y pequeñeces propios de la vida de relación, atrayéndose voluntades y haciendo agradable o más llevadera la tarea”.

Opinaba que “lo más distintivo de Terán era su carácter alegre, que comunicaba confianza, entusiasmo y fe. Creo por ello que el lema que más le conviene es el siguiente: ‘Nada sin alegría’. Y acaso sea por ese rasgo de su alegría que tengo su recuerdo tan vivo”.