Ejemplos de Marina Alfaro y de Monzón
En 1932, la Escuela Normal de Monteros publicó un folleto de evocación histórica, con el título de “Recuerdos”. Tenía 38 páginas, se imprimió en los talleres de nuestro diario y estaba compuesto por colaboraciones firmadas, además de abundante material fotográfico. El veterano maestro José R. Fierro, aportaba un artículo titulado “La distinción”. Sostenía allí que la distinción era “la cualidad a que todo educador debe aspirar, para merecer el respeto de sus alumnos y formarse su aureola de prestigio público”.
Ponía como ejemplo de quienes habían encarnado la distinción, en el pasado, al doctor Francisco Marina Alfaro, quien fue rector del Colegio Nacional de Tucumán, y al profesor José María Monzón, primer director de la Escuela Normal de Monteros. Ambos, decía Fierro, “fueron reconocidos como acabados modelos de distinción”.
Opinaba que Marina Alfaro y Monzón eran “personalidades que no podemos olvidar, porque trabajaron bien y han dejado un recuerdo simpático de su actuación, como estela de respeto y cariño que aureola sus memorias”. Ambos “se hicieron notar y apreciar por la expresión de su fisonomía, la dignidad de su presentación, las dotes de su espíritu, su lenguaje, sus ademanes, su tono de voz en las conversaciones, su falta completa de grosería, su don de gentes”.
Y “hasta por su andar se conoce a las personas de distinción. No se puede fingir la distinción, virtud que refleja los sentimientos y exterioriza las almas bellas, la superioridad y nobleza de las ideas”.
A su criterio, “la distinción es una cualidad que se adquiere con el hábito de proceder siempre correctamente. Es un premio del mérito”.