Convocado para mandar el Ejército del Norte.
No sesionó el Soberano Congreso el 24 de junio de 1816. Por esos días, viajaba rumbo a Tucumán una personalidad importante. Se trataba del general Manuel Belgrano. Recién vuelto de su misión a Europa, había mandado, hasta el Pacto de Santo Tomé, el “Ejército de Observación” de Buenos Aires que operaba en Santa Fe.
El nuevo destino que quería darle el Directorio, era el comando del Ejército del Norte. Iba a sustituir en esa función al general José Rondeau, tras su derrota en Sipe Sipe y posterior retirada hasta Jujuy.
El gobernador de Mendoza, general José de San Martín, estaba muy de acuerdo con la designación. En carta al diputado Tomás Godoy Cruz, le había dicho que “en el caso de nombrar quién deba reemplazar a Rondeau, yo me decido por Belgrano; éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural. No tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sud”. A mediados de junio, expresó por carta a Tomás Guido: “me parece bien que Belgrano se encargue del Perú; qué diferencia de talento a talento”.
El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, había escrito a Belgrano, a mediados de mayo. Decía que el ejército “reclama un orden y organización que V.S. está destinado para dárselo y para llevarlo a la victoria”. Le encargaba que “apresure cuanto sea posible sus marchas” a Tucumán, pero recomendándole que “reserve el objeto de su venida”.
El 11 de junio, Belgrano anunció a Pueyrredón que marchaba rumbo a la sede del Congreso. Le advertía que “no me asisten los conocimientos ni virtudes para salvarla (a la Patria) de los conflictos en que se halla”.