Los años 20, época de transformación
Desde inicios de la década de 1920, la ciudad de Tucumán empezó a transformarse, lenta pero implacablemente. El periodista Abelardo Bazzini Barros dedicó al fenómeno un artículo en LA GACETA, a propósito de la demolición del viejo Hotel París.
Decía Bazzini Barros que la ciudad estaba en proceso de evolución. “Tucumán se renueva, se agiganta, tiene deseos de infinito, tiene ansias de horizontes nuevos, como quien después de una larga anestesia despertara con anhelos de desperezarse”, escribía.
“Indiscutiblemente, esta evolución social, significativa de un pueblo que adelanta, le resta encanto”. Así, “los viejos caserones de zaguanes estupendos, de amplias salas, de corredores con madreselvas y enredaderas trepadoras, con techos de tejas, con aljibes y con patios donde el sol brindaba luz plena y durante la noche la luna envolvía con su gasa muchos poemas de amor dichos a la amada en la reja romántica, van desapareciendo”.
En realidad, decía, “ya han desaparecido por completo, dejándonos la sensación de que un movimiento brusco y evolutivo se ha llevado todo, y tan solo nos ha dejado el recuerdo de sus gestiones lejanas”. Ahora, “la ciudad está envuelta en polvo, la piqueta clava su garfio en la roña de las casas viejas y, brava y fuerte con el ímpetu extranjero que nos llega de otras partes, demuele y destruye lo que antes construyeron y levantaron con igual empuje los hombres primeros de esta civilización fecunda y grande”.
Es que “el espíritu de la ciudad es como el espíritu del hombre”, lleno de bruscas transiciones y, “como el hombre mismo, no se conforma con lo que es, sino con lo que será”.