
Las obras en la Casa Histórica, en 1875.
En 1914, LA GACETA entrevistó al doctor Luis F. Aráoz (1844-1925). El distinguido hombre público conversó largamente con el periodista sobre el aspecto de la Casa de la Independencia, que conoció original en su niñez.
Entre otras cosas, Aráoz se explayó sobre el año 1875, cuando se modificó el frente tradicional del inmueble. Según su testimonio, la Nación encargó la obra “al ingeniero de Sección, residente en Tucumán”, Federico Stavelius, “quien la realizó según su criterio”.
“Un día en que por casualidad entré a ver los trabajos, vi que estaban demoliendo el tejado y el corredor del frente Este del salón histórico y de toda su prolongación, que formaba el fondo del primer patio. Ya estaba a la sazón hecho el nuevo frente o fachada de la calle, así como el costado Sur de la izquierda del patio”, cuenta.
Luego, “lamentando yo la demolición de los corredores ante el ingeniero Federico Stavelius, me contestó sonriendo que la demolición era necesaria para poder levantar el parapeto sobre la pared del salón y de las demás piezas, a fin de igualarlos con la parte, hecha ya, de edificación moderna”.
Aráoz le dijo que hubiera sido mejor que subsistiera el contraste ente lo nuevo y lo antiguo, para que esto último resaltara. “Yo tengo que atenerme al plano que se me ha enviado de Buenos Aires”, respondió Stavelius, afirmando que no podía modificarlo, pues estaba aprobado por el Departamento Nacional de Ingenieros.
Cuenta que Nicolás Avellaneda, al enterarse, deploró estos cambios. Dijo que se había malinterpretado la disposición nacional, ya que las obras buscaban sólo “reparar la casa, para que se conserve intacta”. Es sabido que luego, en 1904, se demolería todo, salvo el Salón de la Jura.