Una técnica del pintor Teófilo Castillo.
Es conocido que el gran pintor peruano Teófilo Castillo (1857-1922) residió en Tucumán, pintando y enseñando, los últimos años de su vida. Aquí inició la publicación de una revista, “Sol y Nieve”, con tricromías, y disfrutó del afecto de todas las personalidades de la cultura.
Mucho antes, de su viaje a París en 1883, había traído nuevas técnicas para el arte fotográfico -que practicaba junto con la pintura- y las aplicó en Buenos Aires, donde trabajó varios años. Primero en la reputada casa de fotografía de Alejandro Witcomb y luego en el local propio que abrió en sociedad con José V. Freitas Henríquez. Luego regresó a Lima, de donde volvería a partir en 1920, para radicarse en nuestra ciudad.
Tanto durante su etapa porteña como en el regreso a Lima y junto a su tarea de clásico pintor de caballete, Castillo ejecutó retratos que imprimía, a todo color, sobre opalina. Esta técnica tuvo gran éxito entre su clientela, y fue el primero en aplicarla entre los limeños.
Debemos al coleccionista Segundo Ramos el conocimiento de dos de estos trabajos, enmarcados y en excelente estado, de 380 por 305 mm. Ambos llevan la firma “T. Castillo” al pie. Se trata de dos figuras no identificadas, de un hombre y una mujer. El hombre, de bigotes, está ataviado con una casaca militar. La mujer, cuya cabellera llega hasta la cintura y deja escapar un mechón sobre la frente, posa con mirada soñadora. Una mano está apoyada sobre la mesa y la otra toca la mejilla. Viste un traje con bordados y lleva dos sencillas pulseras.
Las piezas -no se sabe si realizadas en el país o en el Perú- aportan para ahondar el conocimiento de la obra del distinguido artista.