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MONEDA DE LA ASAMBLEA. Anverso y reverso de la pieza mandada a acuñar por la corporación. LA GACETA / ARCHIVO

Una solemne ceremonia en febrero de 1813.


Como es sabido, la Asamblea General Constituyente de 1813 inició solemnemente sus sesiones en Buenos Aires, el último día de enero de ese año. El 11 de febrero, San Miguel de Tucumán efectuó la jura de reconocimiento a la Asamblea en un “Cabildo Abierto extraordinario”. Estaban presentes, el gobernador intendente, coronel Feliciano Chiclana; el Vicario General de Salta; los priores de los conventos y hasta los alcaldes de la Villa Imperial de Potosí.

Según detalla la extensa acta, se leyó el oficio que informaba la apertura de la Asamblea y se recibió “el juramento de su reconocimiento”. Primero juró el gobernador Chiclana, siguieron los alcaldes, el Vicario, los curas y clérigos y priores de conventos. Finalmente, juraron “los muchos vecinos cabezas de las familias honradas de esta ciudad”.

Concluida la ceremonia “todo el pueblo reunido en la Plaza Mayor y Casas Consistoriales (como se denominaba al Cabildo) prorrumpió en las mayores demostraciones de gozo y alegría, aclamando por repetidas veces ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Asamblea General!, a lo que siguió el repique general de campanas de las iglesias y las salvas de artillería”.

Al día siguiente, se haría una misa de acción de gracias, “por haberse puesto la piedra angular y fundamental a la nueva institución que, redimiendo a los infelices americanos de la larga y dura esclavitud que han sufrido viviendo en su propio suelo sin Patria y sin honor, destinados a ser el vil ludibrio de sus opresores y tiranos, puedan ser, por su propio esfuerzo, conducidos a la perfección moral y civil a que está destinada la naturaleza humana y al goce de sus imprescriptibles derechos”, expresa el acta capitular.