La madre del presidente Avellaneda.
El doctor Marco Manuel de Avellaneda (1813-1841), el “Mártir de Metán”, se casó en 1836 con Dolores Silva, de 18 años. Hija del gobernador José Manuel Silva, era una de las nueve hermanas que, recuerda Groussac, convertían la casa -hoy museo- de la calle Congreso, en “alegría del barrio”.
Esteban Echeverría describió a Dolores en el poema “Avellaneda”: “En su rostro de tipo tucumano/ viva resalta la pupila negra/ sobre el óvalo nácar; renegrido/ sobre su tez de leche se dibuja/ el arco de su ceja, y el sedoso/ perfil de su pestaña/ sombreando con finura/ de sus rasgados ojos/ la lánguida y tristísima hermosura./ Su gallarda estatura,/ su fino, airoso talle,/ cubre un traje de vino de esmeralda/ y una manta de raso cuyos pliegues/ dejan ver la blancura/ de su torneado seno y de su espalda”…
Tremendas penas la esperaban. Su marido, líder de la coalición antirrosista del Norte, fue degollado en Metán en 1841. Ella debió huir a lomo de mula con sus hijos: el mayor, Nicolás -futuro presidente-, que tenía 5 años, Marco, Manuel y Eudoro. Llevaba al último en los brazos: una bebita, que murió en la agotadora travesía hasta la aldea boliviana de Tupiza. Tan fatigada estaba Dolores, que no se dio cuenta de que, en un momento del viaje, se le cayeron los zapatos.
Pudo regresar a Tucumán en 1844. En 1852, se casó en segundas nupcias con el mendocino Fernando Guiñazú Altamira, de quien tuvo una hija, Dolores. Volvió a quedar viuda en 1857. La hija se casó con Luis M. Ruiz, y fueron padres del célebre catedrático e historiador Enrique Ruiz Guiñazú (1884-1967), quien fue ministro de Relaciones Exteriores. Doña Dolores Silva murió en Buenos Aires el 18 de octubre de 1890, cinco años después de enterrar a su ilustre hijo Nicolás Avellaneda.