Lo tocaban el director Groussac y su esposa.
El diario tucumano “La Razón”, en su edición del 31 de marzo de 1875, ofrecía un par de informaciones referidas a la música en nuestra ciudad.
La primera daba cuenta de que se había formado la Sociedad Musical “Orfeón”, con el objeto de ofrecer conciertos “vocales e instrumentales”. Se transcribían los estatutos de “Orfeón”, que convocaba a una reunión en casa del profesor Eliseo Cantón (padre del luego famoso médico de ese nombre), para elegir las autoridades.
La otra información avisaba la compra de un piano para la Escuela Normal de Tucumán, cuya inauguración solemne estaba prevista para el 25 de mayo. Era “un magnífico piano de cola y gran formato”, de la fábrica de Rachals, adquirido en Buenos Aires en la casa Hartman, de la calle Florida.
En ese piano fue que tocó Paul Groussac (1848-1929), cuando asumió en 1878, y hasta 1883, la dirección de la Normal. Lo tocó también su esposa, Cornelia Beltrán Alcorta, de quien Groussac se enamoró en 1875 en Santiago, cuando oyó por casualidad su ejecución de una sonata de Beethoven.
Ya alejado de Tucumán, Groussac fue, en 1894-95, crítico musical de “Le Courrier Francais”, donde firmaba con el seudónimo “Candide”. Sus notas fueron traducidas y compiladas en 2008, con el título “Paradojas sobre música”: una edición de la Biblioteca Nacional, realzada por el excelente estudio preliminar de Pola Suárez Urtubey.
Consideraba Groussac que el gusto por la música constituía todo un estado patológico: “somos neuróticos, no separo mi suerte de la de ustedes, y estoy ‘loco’, como los demás, de alucinaciones wagnerianas y schumannianas”, escribió.