Aún no se sabía de la dimisión del Director.
El 22 de abril de 1816, el Congreso de las Provincias Unidas, que sesionaba en Tucumán, tomó conocimiento de tres comunicaciones que le remitía el Director Supremo interino, general Ignacio Álvarez Thomas, desde Buenos Aires. La primera felicitaba al cuerpo por su instalación, que le había anticipado el gobernador de Córdoba. Enviaba también el proyecto de modificaciones al Estatuto Provisional, confeccionado por la “junta reformadora”, y esperaba respuestas sobre este tema.
La frase, un tanto enigmática, del otro pliego, revelaba la inquietud de Álvarez Thomas por la situación de guerra con Santa Fe, donde mandaba el artiguista Estanislao López. Según la síntesis de “El Redactor”, manifestaba que se “ha ido preparando la agitación de los espíritus hasta el sensible término de brotar una inquietud indefinida, que se alimentaba de sospechas y de sombras”. Para que eso cesara, pedía que se agilizase el nombramiento del Director que lo reemplazaría. El diputado Antonio Sáenz, convencido de la necesidad de esa designación, pidió que se confeccionara un reglamento de las atribuciones que tendría el futuro Director. El criterio fue aceptado y se nombró la respectiva comisión.
El viaje de un chasqui de Buenos Aires a Tucumán (“matando caballos” y renovándolos en las postas), no podía durar menos de dos semanas. Es decir que el Congreso, por la distancia, aún desconocía los sucesos ocurridos seis días atrás, y posteriores al pliego del Director. Ocurría que Álvarez Thomas había renunciado tras el pacto de Santo Tomé (firmado con López sin su autorización), y el Cabildo porteño, pasando por encima del Congreso, había designado a Antonio González Balcarce en su reemplazo.