Espectacular perdón público del Congreso.
El 8 de abril de 1816 era el día fijado en Tucumán para ajusticiar a once desertores. Habían abandonado su unidad llevándose armas, con las cuales dispararon a una partida destacada para apresarlos. El Congreso resolvió intervenir en el penoso caso, cuya sentencia se cumpliría ese día.
Según “El Redactor”, a las ocho de la mañana el presidente Pedro Medrano convocó al Congreso. Expuso a los diputados que “la voz muda de aquellos miserables elevaba hasta la Soberanía su doloroso reclamo”. Y que alguna vez la justicia debía ceder su lugar a la misericordia. El Congreso apoyó la moción de perdón y comisionó a los diputados Miguel del Corro, Cayetano Rodríguez y Juan Martín de Pueyrredón, “para anunciar en su nombre el perdón de los delincuentes que ya caminaban al suplicio”.
Se colocaron al centro del cuadro de la tropa formada y, por medio de un edecán, ordenaron que se les presentasen los reos. Cuando estos llegaron encadenados, Pueyrredón, en alta voz, expresó: “El Soberano Congreso, en honor de su instalación gloriosa, perdona a estos miserables reos. Perdón, perdón y viva la Patria”. Los espectadores lanzaron repetidas vivas a la Patria y al Congreso.
Los perdonados se arrojaron a los pies de los diputados y bendijeron a gritos sus manos. Se les quitaron los hierros, se les devolvieron las armas y se los colocó de nuevo en las filas, recordándoles que el perdón de la Patria debía empeñarlos en sacrificar la vida en su defensa.
Según “El Redactor”, tras leerse “en los cuatro ángulos de los cuadros de la tropa la sentencia y el decreto de su perdón”, terminó “este solemne acto, que hará época en los fastos de la humanidad, sin mengua alguna de los sagrados derechos de la justicia”.