En una carta de Marco Avellaneda a Alberdi
En 1837, Juan Bautista Alberdi envió un “prospecto” de su “Fragmento Preliminar” a Tucumán, dirigido a su amigo Marco Manuel de Avellaneda. El futuro “Mártir de Metán” le contestó largamente, el 19 de febrero.
Afirmaba que mentiría si con ese impreso podría penetrar en el “plan y el espíritu de su obra”. Cuando estuviera lista, prometía leerla “veinte veces” antes de darle una opinión. Como amigos que eran, se preparaba a aplaudirla.
Pero, decía, “temo mucho, a causa de la época y del país en que vivimos”. Las revoluciones habían generado “un egoísmo y una envidia desconocidas en los pueblos cultos. Se anuncia una obra, y al instante hay mil que gritan: ¡Que atrevimiento, el autor no es capaz de tanto!”.
La razón para que el autor “no sea capaz de tanto”, reside en “no serlo ellos mismos”. Ni bien la obra salía a la luz, “una turba de rudos envidiosos se lanza sobre ella, como las aves de rapiña sobre un cuerpo muerto. Todos se creen con el derecho de morderla y censurarla, sin haber cumplido antes con la obligación de estudiarla y entenderla”.
Es que “aborrecen al autor porque es superior a ellos, y piensan adquirir la reputación de hombres de talento mordiendo a los que lo tienen”. En realidad “nada es más intolerable que la estúpida censura de un bruto envidioso y egoísta”.
Le había buscado suscriptores, pero en Tucumán no había “más que dos cabezas con capacidad para concebir una idea y formar un raciocinio: el padre (José Manuel) Pérez y (Salustiano) Zavalía”. Consideraba que “los doctores son más rudos que mis botas”. Le enviaba once nombres y añadía: “por supuesto que a la cabeza de esta lista debe poner a Brígido (Silva) y mí”. El gobernador Alejandro Heredia le había prometido suscribirse con doce ejemplares.