Nicolás Avellaneda en el archivo de Tucumán
No es muy conocido que Nicolás Avellaneda (1836-1884) examinó, en Tucumán, los antiguos papeles oficiales, probablemente durante su estadía de 1855-57. En un breve apunte que envió a Andrés Lamas en 1873, le comentaba un hallazgo. “En Tucumán ha habido prolijidad en la guarda del antiguo Archivo. Se encuentran en él, perfectamente conservados, los libros de actas del Cabildo”, dice. Hojeando el volumen de 1752, le llamó la atención un acta. En ella, “la uniformidad de la letra con que está escrito todo el volumen queda interrumpida. La forma de la letra es muy grande, como si se hubiera querido marcar, de este modo, la importancia de aquella página”. Tiene una ortografía muy diferente” y “una redacción más esmerada”. Contiene una representación del Cabildo de Tucumán contra los tratados entre España y Portugal de 1750. Es, comenta Avellaneda, “un alegato extenso y razonado”.
Y agrega que siempre pensó que todos los Cabildos hicieron una representación semejante, “bajo la misma influencia, la de los jesuitas, y quizás redactada de un modo idéntico”. No tendría alcance ni sentido, piensa, suponerla exclusiva del Cabildo tucumano.
Estampaba una conjetura. “¿De dónde vino aquella letra extraña a ingerirse en los libros de actas de Tucumán? ¿Pertenece al Padre Lozano?”. Se refería al célebre historiador jesuita Pedro Lozano. Esto porque “el padre tenía la pasión de los viajes y tomó en aquel negocio la intervención que es conocida. ¿No pudiera suponerse que se hubiera encargado de recorrer algunos pueblos para supeditar sus Cabildos a esa representación?”. Terminaba recordando que Lozano estuvo en Tucumán, Salta y Santiago del Estero. Murió en Humahuaca, a los 55 años.