
La costumbre del menú impreso e ilustrado
En las primeras décadas del siglo que pasó, era común la organización de banquetes, para agasajar a alguien, o para celebrar algún suceso. Al que resultaba premiado, se le ofrecía un banquete. Igual cosa ocurría para despedir a un soltero, o para celebrar una graduación.
Por cierto que, en la actualidad, agasajos como los citados se siguen realizando. Pero no suelen tener la formalidad que los caracterizaba en esas épocas. Las viejas crónicas tucumanas están llenas de anécdotas de tales encuentros, donde la concurrencia se veía obligada a soportar largos discursos “al descorchar el champagne”, como decía la columna de sociales.
Lo que no existe hoy, o es muy raro, es que se imprima especialmente el menu a servir en el banquete, impreso que luego firmaban al dorso los concurrentes, y por lo tanto se podía guardar en calidad de recuerdo.
Uno de los muchos que ha llegado a nuestras manos, es el que documenta la comida con la que los bachilleres del Colegio Nacional de 1902 celebraron el fin de sus estudios. Es un tarjetón impreso en recia cartulina con bordes dentados. El anverso lleva la ilustración en color de un niño que muerde la manzana que ha arrancado del árbol. En torno al dibujo, el menu: “Mayonesa de ostras; Consomé a la reina; Espárragos a la parmigiana; Pollo a la casera; Costeleta a la Villeroi; Pavo farsi; Cresson y Lechuga”. Los postres eran “Frutas y masas surtidas”. La comida se acompañaba con vinos de Cafayate y los postres con moscatos. El escenario era el hotel “Las Delicias”, en la esquina Catamarca y Corrientes.
A la vuelta, se descifran firmas: Agustín de La Vega, Arcadio Maciel, Ernesto Román, Adolfo Rovelli, B. Medina, Manuel Norry, por ejemplo.