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EN EL AÑO 1745. Una medalla conmemorativa de Felipe V, monarca que reinaba entonces en España. lLA GACETA / ARCHIVO.

Un cuestionario sobre su mente y su físico.


Una colorida actuación de muchas fojas, puede apreciarse en las actas del Cabildo de San Miguel de Tucumán, en 1745. Sucedió que había sido elegido Alcalde de Primer Voto el Maestre de Campo don Bartolomé Santos de Aráoz, y el gobernador objetó tal designación por “la crecida edad y achaques” del electo.

Entonces, el 20 de febrero, el Cabildo dispuso levantar una información. Los testigos debían declarar bajo juramento, “si saben o han oído decir” algo sobre varios puntos del estado físico y mental de Aráoz. Los puntos eran: “que sus años sean muchos y, aunque lo fueran, si sigue o no toda conversación sin desvarío n demencia”; si “qué achaques padece, interiores o exteriores”; si es cierto “que anda por cerros o serranías de mucho riesgo, montado a mula o a caballo”; si, en la ciudad, “anda a pie o por sus pies por calles, plazas y muros de ella con pasos apresurados, sin bastón y sin muletas”.

Asimismo, si en las funciones oficiales asiste “con los demás concurrentes y carga andas sin tropiezo alguno” y, finalmente, “si tiene algún vacío por lo presente o por lo pasado, que desdiga de las singulares obligaciones en que nació, o haya dado la más mínima nota en este particular que desdiga toda luz de razón”.

Los interrogados contestaron negativamente a todos los reparos, considerando a Aráoz perfectamente robusto y lúcido: hasta cabalgaba habitualmente, atestiguaron, hasta “su atalaje en el valle de Calchaquí”. Sobre su edad, no hubo acuerdo. Mientras el Maestre de Campo don Ignacio de Aguilar le dio 82 años, unos dijeron que tenía “70 y tantos” y otros “poco más de 60”.