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EL COLEGIO NACIONAL. Patio colmado del establecimiento, hoy Escuela Sarmiento, durante un acto público de 1909. LA GACETA / ARCHIVO.

El libro de Robertson para aprender inglés.


En sus memorias inéditas, el doctor Adolfo Rovelli evocaba sus días escolares tucumanos en el tramo 1896-1902. Ingresó de nuevo en el tercer grado de la Escuela Normal, y recordaba como “maestros de verdad” a Julio Ovejero y a Isidro Correa. Además, un compañero le hizo leer las “Memorias” del general La Madrid, con lo que, anotaba, “me aficiono a la historia”.

En 1898, “la ilusión de aprender el latín me lleva al Colegio Nacional”, entonces en el local de calle Rivadavia, hoy escuela Sarmiento. Recordaba como “maestros” de esa casa al padre Fermín Molina y al poeta Ricardo Jaimes Freyre. Proporcionaba una lista de los textos que se pedían en cada asignatura, y se detenía en el “Nuevo curso de idioma inglés” de T. Robertson, de 536 páginas editadas por Appleton en 1891. El libro se utilizaba en los cuatro años que duraba el estudio de esa lengua.

Afirmaba Rovelli que “nada hasta ahora he encontrado superior a este método, desde aquellos lejanos días. Lástima grande que no se lo supiera estimar y aprovechar en lo mucho que vale”. Pensaba que “aun sirviéndose de él sin profesor, digo que es cosa fácil, al cabo de un año, hablar este idioma pasablemente, con una pronunciación inteligible, como lo tengo experimentado; lo que no es poco tratándose del inglés que, según Bernard Shaw, no hay dos personas en todo el Imperio que lo pronuncien del mismo modo”.

A su juicio, el libro de Robertson “era de los textos más simpáticas que se nos tenía impuestos”. Todos los que lo usaron, recordaban con cariño los relatos “El sultán Mahamoud y los dos buhos” y la “Historia de John Lounger”. Había oído recitar pasajes de los mismos a sus compañeros, “aun después de muchísimos años”.