
Los porteños, aptos “para adorar tiranías”
En 1886, el periodista y político tucumano José “Pepe” Posse (1816-1906), informaba a su íntimo amigo Domingo Faustino Sarmiento que tenía el propósito de viajar a Rosario, donde acababa de radicarse su hija, Manuela Posse de Ledesma. Y, decía, “de allí daré un salto a Buenos Aires, sin plan ni más propósito que ver a mis amigos y variar de público”.
Había estado enfermo de “una irritación a la vejiga y un apretón de garganta” que le aparecían “como las goteras en casa vieja” (y pensar que viviría veinte años más), en carta del 6 de septiembre. Semanas más tarde, el 19 de octubre, desde Rosario, en otra carta a Sarmiento se refería al proyecto de ir a Buenos Aires. “Hoy suprimo ese inciso de mi programa de viaje”, decía Posse, “por la repugnancia que me causaría ver de cerca las cosas que allí están pasando”.
Su juicio sobre los porteños era, como siempre, tajante. “No conozco pueblo más bien preparado que aquél para adorar tiranías, y con más fervor las más peores y vulgares. Bien aprovechada está la educación que les dejó Rosas: muy parecidos son los bisnietos a los abuelos de aquella generación. No falta sino que ahora le tiren el carro a Juárez (se refería al presidente Miguel Juárez Celman) para no desmentir su historia”.
Se notaba que tenía buena información. Anticipaba el golpe armado que ocurriría en junio del año siguiente en su provincia. “Tengo noticia de que está resuelta la caída violenta del nuevo gobierno de Tucumán”, decía. Afirmaba que “amigos de Tucumán, aliados a los juaristas y con la protección del presidente y el asentimiento mudo de Roca, van a deshacer ese gobierno. Que con su pan se lo coman. Sólo te diré que el gobierno que salga de ese amasijo, no será mejor que el que destruye”.