En 1933, se proponía que dejemos de copiar.
“Es preciso que el sudamericano realice un estilo propio de arquitectura. No debemos contentarnos con copiar, más o menos disimuladamente, los estilos europeos: es imperioso darnos uno claro y definido, que tenga su génesis en las antiguas construcciones indígenas”, afirmaba el arquitecto Pedro A. Franco en el artículo “Arquitectura propia”, de LA GACETA del 10 de enero de 1933.
Sostenía que “las ruinas del Tihuanaco pueden sugerirnos las formas de ese estilo, como así también la tapera que se levanta en nuestros campos. La pintura incaica ha tenido una más rápida adaptación que la arquitectura, tal vez porque son muy pocos los artistas que pueden dar forma a una nueva estilización arquitectónica”.
Franco hallaba imperioso vivir “en un ámbito arquitectural propio”. Los arquitectos, decía, “debemos hacernos la obligación de estudiar todo cuanto sea necesario para dar forma a un estilo ligado y deducido de nuestras condiciones climatéricas y si se quiere etnológicas: un estilo que sea retrato de nuestras costumbres”. Hoy, “vivimos de lo ajeno sin escudriñar lo propio, que puede ser más hermoso”. Podían trazarse bases de una arquitectura, sobre lo que “nos legaron las civilizaciones autóctonas”. Entendía que el Instituto de Etnología de la UNT, “en su sección arqueológica, les será útil a quienes quieran dedicarse a escudriñar la arquitectura indígena en sus más hondos cimientos”. Si buscamos “la independencia social y económica de esta parte del continente, hagamos lo propio con nuestras costumbres y nuestro modo de vivir, como una parte de aquello”.