Lo invadió la tristeza al ver sólo ruinas
En 1834, Juan Bautista Alberdi (1810-1884) recorrió la zona que es hoy la plaza Belgrano y sus alrededores. Narra que “ya el pasto ha cubierto el lugar donde fue la casa del general Belgrano, y si no fuera por ciertas eminencias que forman las paredes derribadas, no se sabría el lugar preciso donde existió”.
A dos cuadras, decía, de donde estuvo la vivienda del general, “está la Ciudadela. Hoy no se oyen músicas ni se ven soldados. Los cuarteles derribados son rodeados de una eterna y triste soledad. Únicamente un viejo soldado del general Belgrano no ha podido abandonar las ilustres ruinas, y ha levantado un rancho que habita solitario con su familia, en medio de los recuerdos y de los monumentos de sus antiguas glorias y alegrías”.
Entre la Ciudadela y la Casa de Belgrano, estaba la pirámide (“de Mayo”, la llama curiosamente Alberdi). Le parecía ahora “más bien un monumento de soledad y muerte”. Recordaba: “Yo la vi en un tiempo circundada de rosas y alegría: hoy es devorada de una triste soledad. Terminaba una alameda formada por una calle de media legua de álamos y mirtos. Un hilo de agua que antes fertilizaba estas delicias, hoy atraviesa solitario por entre ruinas, y la acalorada fantasía ve más bien correr las lágrimas de la patria”.
Evocaba su niñez: “las veces que, jugueteando entre el pasto y las flores, veía los ejercicios disciplinares del Ejército. Me parece que veo aún al general Belgrano, cortejado de su plana mayor, recorrer las filas; me parece que oigo las músicas y el bullicio de las tropas y la estrepitosa concurrencia que alegraba estos campos”.