Los meses posteriores a la victoria del 24.
Después de la victoria de Tucumán, preocupaba al general Manuel Belgrano el refuerzo de su ejército. Su correspondencia al respecto, con el poder central, es muy reveladora. El 23 de octubre de 1812, por ejemplo, expresaba que “este ejército necesita hombres -no de la clase de reclutas- pólvora y plata, para ponerlo en la fuerza de 4000 hombres cuando menos, para llevar la victoria adelante sin efusión de sangre y poderse situar en los límites del Desaguadero”.
En ese momento tenía 1300 infantes, sumados los “pocos soldados viejos”, los reclutas de Jujuy y Salta, los quitados al enemigo “y los de Catamarca, que no hay cómo desviarlos de la deserción”.
En cuanto a tropa de caballería “hablando claro, no tengo ninguna”, aunque entre Dragones y Húsares habrá unos 400, más unos 250 reclutas que se estaban adiestrando. Tenía duros conceptos sobre la posibilidad del concurso de los jinetes criollos que habían participado en la batalla del Campo de las Carreras.
Decía: “el paisanaje que formó un cuerpo de caballería para la acción, se dispersó y se retiró a sus casas a disfrutar del saqueo; y los más de ellos eran casados, que es gente con que no se puede contar para la marchas al interior, y sólo servirá aquí en cualquier lance por la esperanza de un nuevo saqueo; pues hasta los que no quisieron venir a la camorra -como ellos dicen- sienten no haberse hallado en ella para disfrutar, como disfrutan sus camaradas, de lo mucho que han pillado en efectivo, en plata labrada, alhajas, ropas y demás de los enemigos, que se valúa en más fe 150 mil pesos”.