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JUAN B. TERÁN. Su rostro en la medalla acuñada por la Academia Nacional de la Historia hace dos años. LA GACETA / ARCHIVO

Dura crítica del estudiante Juan B. Terán.


En la “Revista Jurídica y de Ciencias Sociales”, de Buenos Aires, durante sus tiempos de estudiante Juan B. Terán destinó una fuerte crítica a las tesis doctorales de abogados. Entonces, simplemente se presentaban, sin requisitos de estudio previos. En una nota de 1901 decía que “encierran un juicio implícito de nuestra educación pública, y son la demostración natural de sus vicios”.

Eran “unas cuantas páginas ensambladas al acaso, facticias, perezosas, sin corazón, sin el ‘lucidus ordo’ que es el fluido vital que pone el espíritu en sus obras; sin la palpitación personal que se adivina detrás de la cita o de la exposición; sin siquiera la posesión segura del sentido de los vocablos, ya que no la fuerza y la gracia del estilo, tan difíciles, cuyo divorcio del Derecho es necesario hacer cesar”.

Se solía esgrimir como disculpa que las tesis se confeccionaban en ocho días. “Es la revelación del sistema”, escribía Terán. “Se concibe la ciencia como un cúmulo de nociones, y el Derecho como una serie de textos que se confía a la memoria temporalmente, hasta tanto pasa el examen”.

Pero aun en ocho días, “un espíritu disciplinado, con el capital de las grandes generalizaciones que ha recogido de las aulas un sistema y la destreza de su manejo -que es el ‘sésamo ábrete’ de toda investigación- está en condiciones de escribir las cuatro líneas sobre un fenómeno jurídico dado, sin citas de maestros, sin vanas palabras, claramente”. No lo hace porque, al fin de su carrera, ya “han quedado mecanizado su espíritu y falseadas sus energías”, y “definitivamente perdida la vivacidad y espontaneidad funcional de sus órganos”.