Pío Tristán, tras su derrota en Tucumán, hizo circular una crónica novelesca de la acción, donde afirmaba que fue una victoria realista. A la vez, ordenó al gobernador de Salta ahorcar a quien difundiera “noticias falsas”.
Suponemos que el gran público no conoce cierto recurso curioso que el general realista Pío Tristán urdió para contrarrestar, en el noroeste, la noticia de su derrota en Tucumán del 24 de septiembre de 1812. Eran tiempos donde toda información llegaba muy tardía, por las grandes distancias y por la misma situación beligerante, y a Tristán se le ocurrió aprovechar todo eso para tapar la verdad con una versión exactamente opuesta.
Como se sabe, la victoria de Tucumán fue seguida por la retirada del ejército de Tristán a Salta, la noche del 25 al 26 de septiembre de 1812. Marchaba bastante descalabrado. De acuerdo al parte de Belgrano, los patriotas le mataron 453 hombres y le hicieron 626 prisioneros, además de tomarle 7 cañones, 350 fusiles y 139 bayonetas, 40 cajones de municiones de artillería y 30 de fusil, 3 banderas y 2 estandartes, entre otros trofeos.
Preludios del avance
A Belgrano no le sobraban fuerzas para perseguirlo de inmediato. Pero de todos modos organizó una vanguardia de un medio millar de hombres, al mando del coronel Eustoquio Díaz Vélez, para picarle la retaguardia. Según Gregorio Aráoz de La Madrid, quien cabalgaba en ese contingente, la fuerza estaba constituida por los Dragones, el Cuerpo de Cazadores que mandaba Manuel Dorrego, un escuadrón de Decididos de Salta y otro de milicias de Tucumán.
Del conjunto se desprendieron soldados al mando de los coroneles Cornelio Zelaya y Eustaquio Moldes, para sorprender la guarnición de Jujuy. Pero fueron rechazados y quedó prisionero en la acción el coronel Moldes. Otra operación de Díaz Vélez fue anticiparse a Tristán y entrar en la ciudad de Salta. Allí, unos 60 u 80 prisioneros de Las Piedras que no habían sido rescatados, con sus oficiales que capitaneaba el tucumano Burgos, abandonaron su prisión y se incorporaron a los patriotas.
Pero, según las memorias de José María Paz, esta ocupación duró sólo un par de días, porque se aproximaba Tristán y no tenían posibilidades de enfrentar al grueso de los realistas. Así, a fines de octubre de 1812, las fuerzas de Díaz Vélez regresaban a Tucumán. En sus memorias, La Madrid asegura que “en los diferentes encuentros que hubieron en el camino hasta Salta, perdieron los enemigos muchos hombres”: él describe movidas escaramuzas registradas en El Arenal, Rosario de la Frontera y El Bañado.
Promediaba enero de 1813 cuando la totalidad del Ejército del Norte inició su avance sobre Salta, que culminaría con la gran victoria del 20 de febrero.
Recurso “psicológico”
Pero, a los tres días de iniciada aquella retirada en derrota de Tucumán rumbo a Salta, el jefe realista Pío Tristán resolvió adoptar una singular estrategia de “guerra psicológica”. Consistió en difundir una versión groseramente falsa de la batalla de Tucumán. Afirmaba que, lejos de constituir una derrota, Campo de las Carreras había sido una memorable victoria de los realistas.
Tristán envió este escrito con fecha 29 de septiembre de 1812 y fechado en el campamento de Las Lagunas “antes del Arenal”, al marqués del Valle de Tojo, o de Yavi. Este ambiguo personaje estaba en su segunda -y última- etapa de realista, que se prolongaría hasta después de la batalla de Salta. En estos momentos, y colocado por Tristán, se desempeñaba como gobernador de esa provincia. Se conoce el texto porque llegó bastante después a poder de Belgrano, y éste lo transcribió en un bando, para mostrar la falsedad de Tristán.
“Glorioso” para el Rey
El jefe realista consideraba que el 24 de septiembre había sido “el día más glorioso que han tenido las armas del Rey”, y pasaba a brindar un “breve resumen” de la acción: no lo había hecho antes, explicaba, dadas sus “graves ocupaciones”.
Expresaba que ese día “sobre mi marcha y en el orden de batalla en que caminaba, rompió el fuego el enemigo, y al momento mis valerosas tropas atacaron con tanto ardor, que en menos de media hora, con la toma de tres cañones, tuve envueltos a los enemigos, que de rodillas imploraban clemencia”.
Agregaba que “en este crítico momento, se puso en fuga sin haber recibido un solo tiro la cobarde caballería de Tarija, dejando un flanco abierto por donde introducida la enemiga, produjo en mis batallones algún desorden, que me obligó a replegarme un trecho, perseguido por los mismos que poco antes estaban ya rendidos. Pero habiendo organizado otra vez mis batallones, volví al ataque que no quisieron esperar los enemigos y los encerré a balazos en las trincheras de la ciudad, tirando sobre ella, llenándola de terror y espanto, sin que nadie hubiese tenido valor para oponerse a las valientes tropas de mi mando”.
Cifras falsas
Su novela continuaba sin recato. “Posesionado del campo de batalla y acantonado mi ejército a las goteras de la ciudad, se pasearon mis soldados dos días por las calles inmediatas a la plaza; y como llegara a entender que trataban de incendiarla y entrar a degüello, habiendo ya empezado a poner por obra lo primero en algunos ranchos, con el fin de evitar tanto estrago a esta ciudad rebelde -que aunque se hizo acreedora a él tiene muchos inocentes- y por guardar constantemente los principios de lenidad que siempre han caracterizado a las vencedoras tropas del Rey, determiné retirarme sobre el Rosario, o Pasaje, y lo voy verificando hasta el día, en que ya llevo cuatro de camino sin que me haya incomodado ni dejado verse la menor partida de enemigos”.
Aseguraba que la pérdida de los adversarios “es la mayor y más considerable, pues de sólo muertos de sus mejores tropas, quedaron en el campo más de 700, siendo mucho más excesivo el número de heridos, prisioneros y dispersos. Nuestra mayor pérdida ha consistido en los dispersos que hemos tenido de los reclutas, algunos prisioneros y muy pocos muertos, con algunos equipajes perdidos a los que acometió el enemigo, de manera que éstos triunfaron de parte de nuestros equipajes indefensos, y nosotros destrozamos todos sus batallones y fuerza armada”.
Pena de horca
Pedía al marqués-gobernador que lo expuesto se publicase “por bando en toda la jurisdicción de su mando”, y que “se den en todas ellas las más solemnes gracias al Señor de los Ejércitos, por las victorias que nos concede en cuantas acciones se nos presentan, y para que todos los fieles vasallos del Rey queden cerciorados de la verdad, y les sirva de satisfacción”. Le advertía que era “muy factible” que hubieran corrido “voces falsas”. Le encargaba entonces que hiciera “entender a todos sus súbditos que cualquiera, sin distinción de clase, que vierta expresiones seductivas, de noticias falsas e infiera el más leve agravio a los individuos de mi ejército que pudieran andar dispersos, o que sabiendo dónde están no den parte de ellos, sin más proceso y justificado que sea, serán ahorcados irremisiblemente”.
Cerrando su asombroso relato de lo sucedido el 24 de septiembre, Tristán pedía al marqués que le enviase urgente “la compañía del capitán don Fernando Aramburu, para que sirva al ejército como práctico en los caminos”.
Belgrano informa
Cuando cayó, meses después, el escrito de Tristán en manos de Belgrano, el jefe patriota resolvió transcribirlo para que, con su comentario, lo conociera el público. Expresaba que lo difundía “para que todos los habitantes de este pueblo, que han sido testigos oculares del resultado de aquella acción”, se formen “una idea justa de la irreligiosidad e impudicia con que aquel jefe, abusando de lo más sagrado de nuestra religión santa, trata de alucinar a todos los pueblos y atraerlos con engaño y seducción a la real del cautiverio”.
Para lograr esa “alucinación”, decía Belgrano, los realistas se dirigían a los habitantes “figurándoles victorias, exagerándoles el valor y número de tropas, ostentando falsamente religiosidad, simulando buena fe, prometiéndoles protección y aparentando humanidad y amor a todos los americanos”.
Luego de otras consideraciones, disponía que la falsa versión con su comentario, se publicara “por bando a son de caja en la forma de estilo”. Ordenaba asimismo: “fíjese en los lugares acostumbrados, y pásese el original por ocho días al cuarto del oficial de mi guardia, para que satisfaga la curiosidad de cuantos deseen verlo”. El bando estaba fechado en el Cuartel General de Tucumán, el 15 de enero de 1813, es decir, poco antes de que el ejército se movilizara rumbo a Salta para dar el golpe definitivo a Tristán.
El documento fue publicado en la “Historia de Belgrano y de la independencia argentina”, de Bartolomé Mitre. Como decimos al comienzo, no lo conoce el gran público. Tiene interés para ilustrar sobre los sucesos desarrollados en el intervalo tendido entre las dos grandes victorias del Ejército del Norte.