Fijadas por un decreto del Triunvirato.
El triunfo del 24 de setiembre de 1812 tuvo, lógicamente, enorme repercusión en el poder central. El Triunvirato emitió un largo decreto de recompensa a sus participantes, el 20 de octubre, con las firmas de Juan José Paso y Antonio Álvarez Jonte, y del secretario interino de Guerra, Tomás Guido.
Dispuso abonar “un mes de paga extraordinaria a cada uno de los soldados, desde sargento inclusive”, que lucharon en la acción. Ordenó que se le remitiese una lista de los mismos, “para recomendarlos a los gobiernos posteriores e inscribir sus nombres en el Libro de Honor del Excelentísimo Cabildo”. Se gratificaría a los familiares de los heridos y muertos, y los nombres de estos últimos serían grabados “en una lámina de bronce que se fijará en la pirámide que se levantará al efecto”.
Solicitaba que el Cabildo de Tucumán hiciera lo mismo, “con respecto a los sujetos de aquel vecindario, de los de Salta, Jujuy, Santiago del Estero y otros pueblos, con expresión del servicio que prestaron y mérito que contrajeron en dicha batalla, peleando con el enemigo”.
Igualmente, “que se conceda a los soldados que militaron en la acción de guerra del 24, el distintivo de una charretera de hilo de lana blanca y celeste; a los sargentos un cordón de lana blanca y celeste, con borlas que se desprendan de la presilla de la jineta; al oficial, hasta coronel inclusive, un escudo de paño blanco con orla de paño celeste, y en ella un bordado ligero de hilo de plata, debiendo inscribirse en su centro un mote de hilo de seda que diga: ‘La Patria a su defensor en Tucumán’; al general en jefe, “un escudo de lámina de oro con el mismo mote, y a los jefes de división y mayor general otro ídem en lámina de plata”.