Pero había 39.474 menores en edad escolar.
En su mensaje anual de 1876, el gobernador de Tucumán, doctor Tiburcio Padilla, dedicó largos párrafos a la educación. Un año atrás se había inaugurado la Escuela Normal. Destacaba que en ella “se educan 16 jóvenes de ambos sexos becados por la Provincia”, quienes pronto “empezarán a satisfacer la primera necesidad de nuestras escuelas: la de maestros educados expresamente para esa honrosa satisfacción y bajo los sistemas más perfectos”.
El Gobierno había dispuesto, además, que los maestros de todas las escuelas estatales, por turnos, vinieran a recibir “instrucción profesional” en la Normal.
En Tucumán, reseñaba, había tres escuelas de la Nación, 64 de la Provincia, 12 de la Municipalidad de Tucumán, cuatro de la Municipalidad de Monteros y 23 particulares; o sea un total de 103 establecimientos, donde se educaban 7.860 alumnos. Pero hacía notar Padilla una grave deficiencia: según datos “bastante exactos”, los menores en estado de educarse ascendían a un total de 39.474.
Semejante desproporción encerraba “gravísimo peligro”. Tucumán necesitaba agregar 400 escuelas a las existentes, y sucedía que “nuestro defectuoso y atrasado sistema de instrucción popular” hace imposible “impulsarla más allá del punto a que hemos llegado”, según Padilla.
Le parecía necesario “un gobierno especial y genuino para las escuelas; renta propia e inviolable, y una acción capaz de hacer práctica la sabia ley que hace obligatoria la educación en la provincia”. Era necesario “reemplazar nuestra actual legislación escolar, por otra más conforme con las que a tanta altura han elevado la educación común en otras partes”.