Benjamín Paz y Nicolás Avellaneda
En 1884 terminaba su período de gobernador de Tucumán el doctor Benjamín Paz (1836-1902), y los comprovincianos le obsequiaron un álbum de homenaje. El ex presidente Nicolás Avellaneda (1836-1885), que se encontraba en la ciudad ya muy enfermo, quiso escribir allí una página.
“En un día de febrero de un año ya muy lejano, partían de esta ciudad dos niños en dirección a la de Córdoba. Iban conducidos por dos sirvientes de su familia, en caballos propios, para escapar a las mortificaciones de la posta”. Era entonces “el modo más cómodo de viajar”, evocaba.
“Uno de ellos estaba destinado a la gran dicha de volver a su pueblo natal con los estudios de Derecho concluidos y doctor, entrando en las calles en el alto asiento de la ‘imperial’ de una de las primeras diligencias de la compañía Rusiñol”, mientras “el conductor hacía resonar su estentórea corneta”.
Esos dos niños, seguía, son, respectivamente, aquel doctor y hoy “magistrado ilustre y recto”, a quien sus comprovincianos dedican el álbum. El otro, es “el hombre público que después de las prolongadas vicisitudes de una carrera tormentosa, escribe con mano ya débil las presentes líneas, habiendo vuelto tras larga ausencia a su pueblo”.
Agregaba que “entramos los dos, el mismo día, al Colegio de Córdoba” y se alojaron en la misma celda. Habían llegado a adultos y estaban ya en “los años altos”. Pero “no cayó jamás una sombra sobre nuestra unión”, que “data de la infancia y se confunde con los recuerdos más lejanos y más queridos”. Podía así asociarse al homenaje a Paz, “porque, acallando los sentimientos del corazón, debo decir que se trata de uno de los hombres que mejor conozco y que aprecio más”.