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MIGUEL M. CAMPERO. Sus mandatos estuvieron jalonados por gran cantidad de importantes obras públicas. LA GACETA / ARCHIVO

Dos veces memorable gobernador de Tucumán.


En medio del silencio oficial, ayer se cumplió medio siglo de la muerte del doctor Miguel M. Campero. Nació en Famaillá en 1880 y se doctoró en la Universidad de Buenos Aires. Luego de haber presidido la Corte Suprema de Justicia de la Provincia (1913-19), fue elegido dos veces gobernador de Tucumán (1924-28 y 1935-39), y sus mandatos bien pueden calificarse de históricos.

Sería imposible enumerar en este espacio las realizaciones de todo tipo que jalonaron las gobernaciones de Campero, además de la regularización de la renta pública y de su celosa inversión en beneficio de todos. Erigió más de 50 escuelas -entre ellas la monumental “Bernardo de Irigoyen”- y amplió o reparó la misma cantidad. También, instaló los hospitales de Concepción, Alberdi, Trancas y El Bracho. O decenas de puentes (entre ellos los de los ríos Aranilla, Pueblo Viejo, Famaillá, Río Seco, Medinas, Gastona, Romano, por ejemplo), o muchos kilómetros de caminos pavimentados.

Creó la Mutualidad Antituberculosa, la Dirección de Vialidad, impuso la asistencia médica obligatoria en los ingenios y la jubilación docente con el 95 % del sueldo, por ejemplo. Se le deben varios de nuestros mejores edificios públicos: el Palacio de Tribunales, la Caja Popular de Ahorros, el Banco de la Provincia, la Cárcel de Villa Urquiza, para citar algunos.

De no mediar la revolución de 1943, es muy probable que fuera elegido gobernador por tercera vez. Hombre de intachable sentido ético, sencillo y discreto, desdeñoso de la figuración y de los honores, caminó por las calles de Tucumán rodeado de unánime respeto hasta su fallecimiento, en 1962. Merece honor su memoria.