Un consejo de Juan B. Terán a la juventud.
Creemos sabido que Juan B. Terán (1880-1938) fue sustancialmente un educador. Y por esa condición es que, en todos sus ensayos, se percibe el propósito de indicar algún tipo de rumbo a la juventud, donde transmitía conclusiones de su experiencia personal.
En su tan celebrado ensayo “La salud de la América Española” (1926), asienta una conclusión a la que daba condiciones de “amuleto”, informando que el azar se la hizo conocer hacía 25 años, “pasados los cuales puede certificar su gracia”. Ese “amuleto” era el siguiente: “No te entregues nunca sin reservas a las verdades de tu tiempo, sobre todo si es el tiempo de tu juventud”.
Explicaba: “Es muy frágil el vaso de las ilusiones juveniles. En el momento más agitado de la ambición, perdemos nuestra prenda más querida”, como cuando Eneas perdió a Creusa, en el poema de Virgilio. Razonaba que “nos queda, entonces, para llenar nuestra vida”, eso que es “la tarea de luchar y la gloria de fundar cada cual nuestra pequeña Roma, asistidos por la virtud, que viene de ‘vir’, que quiere decir varón. Es decir, por la fortaleza varonil para decidirnos por la heroica esperanza de poner nuestras manos pasajeras en la construcción de cosas perdurables”.
Y son cosas perdurables “las que se han labrado oscura y prolijamente, con confianza, con simpatía. Quien quiere engañar con aciertos milagrosos, es el único engañado. Habrá, además, perdido la ocasión -irrecuperable, una vez pasada la juventud- de gustar el gozo de comprender y de crear la vida”; algo que es triste cambiar por la banalidad “de ser un espectador a quien concluirá pronto por aburrir el espectáculo”.