Las afirmaciones del cura Laguna, en 1809.
En su “Historia social y política del Tucumán”, redactada en 1809 e inédita hasta 2011, el presbítero doctor Miguel Martín Laguna dedica párrafos -no siempre inteligibles- a los minerales existentes en el territorio de la provincia. Expresaba que en el cerro Aconquija había cobre “de muy buena calidad”, pero que “el oro es bajo y aún más escaso que la plata”.
Narra que cierto día, yendo “para la ciénaga de los Potreros de Tafí”, recogió una piedra en la cuesta de las Juntas. Cuando asentó allí la navaja, dice, “reparé tres pellitas u hojas de metal que se extendían fácilmente a la acción de pasar la navaja. Para plata o estaño era muy dócil y para plomo muy blanca; levanté con la navaja estas sutiles hojas y cuando las apliqué a la llama de la candela se disiparon como humo”.
Señalaba que al nordeste, “en el Potrero del Nío, posesión y propiedad de don Domingo Villafañe y Guzmán”, existen “unas piedras negras de que se valen los canteadores para dar hilo a las maderas. Yo con ellas he escrito y queda la letra muy clara y visible aún convertido el papel en ceniza. Por esta circunstancia y su peso (uno) se convence de que tiene alguna especie de metal que, por falta de peritos, no sabré puntualizar si es o no es antimonio”.
Como tradiciones sin fundamento documental o práctico, recordaba que se llama “Río de Oro” a uno que, dicen, contenía ese metal, cuya existencia vaticinó San Francisco Solano, diciendo que “se derramaría mucha sangre” a causa del mismo. Y que en una loma “del paraje de los Vipos, que he oído llamarle Cerro Rico”, afirman que “se encuentran piedras vulgares preciosas”.