Clave del universitario, decía Andreozzi.
Sobre “tres puntales esenciales” debe descansar la Universidad, sostenía el destacado jurista y hombre público tucumano Manuel Andreozzi (1889-1957) en una interesante exposición de 1939, pronunciada al celebrarse el 25 aniversario de la UNT. Esos puntales eran “delimitación profesional, sustrato de cultura y especialización”, en ese orden. A su juicio, el respaldo de cultura sería, en la vida del egresado, “como el manómetro que controla la presión de las calderas”.
Se criticaba entonces la superpoblación de diplomados. “Yo no temo a las Universidades, ni al ‘profesionalismo’ si es también ‘universitarismo’. Ni muchos abogados, ni muchos médicos, ni muchos ingenieros, hacen mal a la sociedad cuando son hombres cultos. Mejor si son sabios y cultos. No importa que se estorben en el campo del ejercicio profesional, si es que tienen en su conciencia, perfectamente grabados, los conceptos de que, sobre todo, deben ser en la sociedad guías, consejeros, orientadores, auscultadores del ritmo de la vida”.
Si “no sólo de pan vive el hombre”, en la “edad madura, que da a este la verdadera noción de su fin, de su destino y de su fuerza, sabe el hombre de cultura que ni la comodidad material, ni la riqueza, ni el dinero, dan los verdaderos goces”. Añadía: “A lo que yo temo es al profesional sin cultura, al arribista del intelecto que, por no tener aquel respaldo -que también es remanso de tranquilidad y faro de cordura- es capaz de todo, creyendo que el diploma no es un arma de defensa sino un arma de ataque”.