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EN EL RECTORADO DE LA UNT, 1925. Desde la derecha, Miguel Lillo; el presidente de la Corte, Manuel Páez de la Torre; el ministro de Gobierno, Ricardo Bascary, y el rector Juan B. Terán. LA GACETA / ARCHIVO

Recuerdos del sabio sobre su carrera.


El sabio Miguel Lillo daba, en carta de 1920 a Cristóbal M. Hicken, referencias sobre su tarea. Reconocía que “el señor (Federico) Schickendantz me enseñó la técnica de preparar los herbarios, arte en que era muy hábil”. Respecto a “ayuda oficial, no la he recibido para mis estudios botánicos, pero estoy muy grato a mis conciudadanos, pues nunca me han molestado ni se han burlado de mis aficiones”.

“Por el contrario -añadía- he podido conservar sin ninguna dificultad mi empleo de la Oficina Química, a pesar de todos los embates políticos, conmigo siempre se ha tenido consideración y respeto; verdaderamente no puedo quejarme”. Recordaba que “durante el gobierno del doctor Ernesto Padilla, especialmente he recibido la mayor suma de apoyo moral, que es lo que más vale”.

En cuanto a “auxilio pecuniario”, declaraba que “no lo he recibido ni aceptado” y que “mi biblioteca botánica empezó con mi colección; la primera obra importante que adquirí fue el ‘Genera Plantarum’ de Bentham et Hooker”. Decía que “en la actualidad, creo poseer en mi herbario alrededor de 10.000 especies de plantas con unos 100.000 ejemplares; datos sólo aproximados” Enumeraba los coleccionistas de plantas que “viven o han vivido” en Tucumán y comentaba: “podría jactarme de que a mí se debe se hayan dedicado a esa tarea”.

Eran León Castillon, Santiago Venturi, Rodolfo Schreiter, Emilio Budin, Luis Dinelli, León Montetti, fallecido y Ernesto Bailetti, todos extranjeros. Tucumanos, “sólo puedo citar a dos que cuando estudiantes del Colegio Nacional hicieron pequeñas colecciones, y son Julio Prebisch y Francisco Abalerón, ahora médicos”.