Una exhortación de Bernardo de Monteagudo
Como es sabido, el 24 de septiembre de 1812 los patriotas derrotaron a los realistas en la batalla de Tucumán. Pocos días después de cumplirse un mes del suceso, el 29 de octubre, el abogado tucumano Bernardo de Monteagudo examinó las implicancias de esa victoria en la sesión pública de la Sociedad Patriótica, en Buenos Aires.
En su briosa exposición sobre el triunfo de “los guerreros del Tucumán”, pedía que “dejemos por ahora descansar a los ilustres mártires de nuestra Independencia, en el panteón sagrado de la inmortalidad, y hagamos tregua a la admiración de sus virtudes, para reflexionar sobre los deberes que nos impone su ejemplo”. Pensaba que “el grande y augusto deber que nos impone la memoria de las víctimas sacrificadas el 24 de septiembre, es declarar y sostener la independencia de América”. Recordaba que, de no haberse producido ese triunfo, los realistas ya estarían “en los confines meridionales de la provincia de Córdoba”, Montevideo “dormiría tranquilamente dentro de sus muros” y “los enemigos interiores acelerarían el momento de nuestra desolación”.
Consideraba que “el medio más propio” de rendir tributo a la memoria de los caídos en Tucumán, “de corresponder a sus servicios, por decirlo así, es proclamar y sostener la independencia del Sur. Si este ha sido el único y gran móvil de los ilustrados guerreros de Tucumán, también es justo que sea el supremo término de nuestros esfuerzos”. Terminaba con una contundente exhortación. “Jurad la independencia, sostenedla con vuestra sangre, enarbolad su pabellón, y estas serán las exequias más dignas de los mártires de Tucumán”.