La sentencia se cumplió el 19 de abril de 1874.
Según las crónicas del diario local “La Razón”, el 19 de abril de 1874 se cumplió el último fusilamiento en Tucumán. El juez del Crimen había condenado al reo Plácido Santillán, de 26 años, a la pena capital por “homicidio aleve”, luego de haber “recorrido todas las escalas de los más atroces delitos”. La sentencia fue confirmada por el Superior Tribunal.
El 18 pusieron en capilla al condenado. Lo acompañaba el canónigo Luis B. Alfaro, encargado de brindarle auxilios espirituales. Santillán era alto, “de musculatura fuerte y vigorosa, tez blanca, bigote rubio y fisonomía bondadosa”. La gente aseguraba que un amor contrariado lo había llevado a delinquir. Según “La Razón”, a las 6 de la mañana del 19 pidió la comunión, que le administró el padre Alfaro. Además, pidió al sacerdote que tomase a su cargo la educación del hijo de seis años que dejaba huérfano, y que “le enseñase algún oficio para que no fuera tan desgraciado como él”.
En un carro, la Policía lo llevó al Cementerio del Oeste, lugar fijado para cumplir la sentencia. Santillán subió vestido con “ropa clara de brin” y “botas granaderas”. A su lado iba sentado el padre Alfaro. Aferraba un crucifijo y lo llevaba con frecuencia a los labios. Llegados al sitio de la ejecución, se sentó en el banquillo sin ayuda y mirando a la concurrencia con la mayor naturalidad. “Ha estado tranquilo sin afectación”, decía la crónica. Una multitud silenciosa miraba cuando el pelotón hizo fuego sobre Santillán, quien murió en el acto y fue inmediatamente enterrado en ese camposanto.