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AJUSTADOS Y MODERNOS. Dibujo en un aviso publicitario de zapatos, que aparecía en las revistas que circulaban por Tucumán al empezar el siglo XX. LA GACETA / ARCHIVO

En los testimonios del siglo XIX.


Datos históricos sobre la zapatería masculina en Tucumán suministran los viejos documentos y los testimonios de época. En tiempos de la Independencia, los hombres de cierta posición usaban zapatos escotados, con hebillas generalmente de plata.

Algunos coquetos, como el congresal por Tucumán, doctor Pedro Miguel Aráoz, llevaban habillas de oro, tanto en los zapatos como en las ligas, testimonia el doctor Luis F. Aráoz. Pero la artesanía zapatera tucumana no tenía capacidad de producción. Y por eso, al iniciarse la guerra contra los realistas, los pedidos grandes de calzado se giraban a Córdoba.

El 12 de enero de 1813, el general Manuel Belgrano, jefe del Ejército del Norte, oficiaba desde Tucumán al Cabildo de Córdoba sobre la medida de los 4.000 pares de zapatos que había encargado para la tropa. Indicaba “que se arreglen a cuatro tallas diferentes de hombres, y que en todas (las) cuatro sean sobregrandes, anchos y de punta redonda”. Explicaba que “como todos los soldados, por lo general, se han criado descalzos, tienen en su talla el pie más grande que el común de los demás hombres, que han usado siempre calzado”. El oficio pedía también que se confeccionaran “de suela descarnada, en lugar de cordobán”.

En sus memorias de la década de 1830, que recogió en 1916 el doctor José Ignacio Aráoz, el veterano don Florencio Sal recordaba que, en Tucumán, “zapateros no había sino uno, para la gente ‘chic’. Fuera de las personas que constituían la burguesía, rara era la gente que usaba calzado. Los hombres del pueblo vestían chiripa, camisas de lienzo y poncho”.