La mayoría de las veces, los duelos caballerescos de la Argentina terminaron en actas formales o en disparos al aire. Pero en algunos casos tuvieron saldo de muertes o de serias heridas. En el Uruguay se los permitió hasta 1992.
Se ha definido al duelo como “un combate privado entre dos personas, realizado voluntariamente ante testigos y sujeto a reglas determinadas”. Sus orígenes son remotos. Los historiadores marcan como rasgo singular que no existió en Grecia ni en Roma, en la antigüedad clásica. Habría nacido entre los germanos y ellos lo importaron a Europa. Se difundiría vertiginosamente sobre todo en la aristocracia, donde causó innumerables muertes.
Era el recurso para “lavar el honor” frente a una ofensa: hasta se lo llamó “juicio de Dios”, entendiendo que la divinidad disponía finalmente el resultado del encuentro. Pero los jurisconsultos lo condenaron con reiteración. Consideraban que esta “justicia” por mano propia configuraba una rebelión contra la majestad de las leyes y de los monarcas.
En la Argentina, el Código Penal incluye al duelo entre los delitos, pero en realidad, está en desuso desde hace mucho tiempo. Dejando de lado el “duelo criollo” de las campañas, en sus últimas épocas consistía en trámites casi burocráticos. Empezaba con un desafío planteado por medio de padrinos, quienes se reunían posteriormente para resolver -en la inmensa mayoría de los casos- que no había lugar al lance. Y si éste se concertaba, un par de disparos al aire “salvaban el honor”.
La norma caballeresca obligaba a no referirse nunca más al asunto que provocó el encuentro. Pero de todo quedaba constancia en actas que se publicaban en los diarios con el escueto título de “Personal”: en la colección de LA GACETA pueden leerse centenares.
Sablazos de militares
No siempre fue todo tan tranquilo. En los primeros años posteriores a la Revolución de Mayo, el Directorio prohibió (1814) los duelos bajo pena de muerte. Esto porque dos oficiales chilenos, Juan Mackenna y Luis Carrera, se batieron a sable en el actual parque Lezama, y Carrera quedó muerto en el campo. A pesar de eso, el general José de San Martín, en el reglamento de sus Granaderos a Caballo, establecía la obligación de los oficiales de aceptar todo desafío.
El general José María Paz cuenta, en sus “Memorias” que horas después de la batalla de Tucumán (1812) desenvainaron sus sables para batirse el teniente Juan Carreto y el coronel José Moldes, cuando éste trató de “ratero” a Carreto. El general Manuel Belgrano, que estaba presente, los detuvo recriminándoles semejante “insubordinación”.
Es conocido que en 1818, poco antes de la batalla de Maipú, se enfrentaron en duelo dos oficiales del Ejército de los Andes, Pedro Ramos y Federico Brandsen, en el campamento de Chimbarongo, quedando ambos heridos.
Antes, en Mendoza, otros oficiales de San Martín, Juan Lavalle y Juan O’Brien, se habían batido a sablazos. O’Brien recibió una profunda herida en la muñeca derecha.
La quinta de los duelos
Andando el siglo XIX, los duelos siguieron en auge entre la clase afortunada argentina. A pesar de que la ley los prohibía, era evidente la tolerancia de jueces y policías a su respecto. A veces, los duelistas viajaban al Uruguay para estar tranquilos, ya que en ese país batirse estuvo permitido hasta 1992. El que siempre se mostraba dispuesto a apadrinar y a cobijar lances caballerescos era el culto esgrimista Carlos Delcasse. Decenas de lances se llevaron a cabo en su quinta porteña de Belgrano: tantos, que se la conocía como “La quinta de los duelos”.
Entre los duelos de trágico desenlace en la Argentina figura en primer término el del doctor Lucio V. López con el coronel Carlos Sarmiento, en 1894, y donde López terminó muerto de un balazo en el estómago.
El general Lucio V. Mansilla era un entusiasta de estos asuntos. Se batió varias veces. En una de ellas, ultimó de un tiro al director del diario “El Nacional”, Pantaleón Gómez. Y en 1883, en París, a causa de “un incidente personal”, Mansilla mató en duelo a Pierre Mayence.
Poetas y políticos
El poeta Belisario Roldán se enfrentó en 1907 con Teodoro de Bary, porque éste había hecho reparos a su noviazgo con Arnolda Brinkmann, su parienta política, lo que determinó que se distanciaran. Roldán fue herido, pero volvió a ganar el corazón de Arnolda gracias a la literatura. La conmovió que publicase en “Caras y Caretas” un poema cuyos últimos versos decían: “Pues sabes que de pie sobre mis penas,/ ya en las angustias donde tiembla el paso,/ por disfrazar de aurora aquel ocaso,/ lo teñí con la sangre de mis venas”…
Entre los duelos notorios de Buenos Aires estuvo el de Lisandro de la Torre con Hipólito Yrigoyen, en 1897. Uno de los padrinos, Carlos F. Gómez, narraría que fue un encuentro de enorme violencia, donde los duelistas -ambos absolutos neófitos en esgrima- se asestaron sablazos furibundos y sin reparo técnico alguno. El lance debió detenerse por las heridas de De la Torre en la cara: para tapar la cicatriz, tuvo que usar barba desde entonces.
La afición a los duelos que poseía el político Alfredo Palacios le valió su expulsión del Partido Socialista en 1915. Se batió, entre varios otros, con sus propios padrinos, Mariano Beascochea y Fermín Rodríguez, disgustado por la forma en que habían solucionado el desafío planteado a Palacios por Estanislao S. Zeballos, en 1912.
Tragedia en Palermo
En 1913, un lance tuvo cierta insólita y atroz derivación. Se batieron en Palermo los jóvenes Oscar Posse y Carlos Juárez Celman, resultando el primero con una leve herida en el antebrazo. Acababa de firmarse el acta que terminaba el asunto, cuando llegó enfurecido Francisco Posse, padre del herido. Nadie le había informado sobre la escasa importancia de la lesión de Oscar.
Fuera de sí, preguntó quién era Juárez Celman y, al identificarse éste, extrajo un revólver con el que le hizo dos disparos. Uno lo rozó y el otro hizo impacto en el brazo de uno de los médicos, mientras los aterrados asistentes buscaban refugio.
Como Posse volvió a disparar, Juárez Celman tomó un revólver y acertó dos tiros contra don Francisco: uno le dio en el codo y el otro le causó la muerte instantánea, al atravesarle el corazón.
Ensayar una lista de los duelos de fines del siglo XIX y los primeros años del XX resultaría interminable. El curioso puede consultar con provecho la “Jurisprudencia caballeresca argentina” (1914), de César Viale, donde se coleccionaron las actas.
Más tiros y tajos
En épocas más próximas tuvieron especial repercusión periodística, por ejemplo, los duelos que enfrentaron -a pistola- a los entonces diputados nacionales Arturo Frondizi y John William Cooke, en 1949; al ex vicepresidente de la Nación, Isaac Rojas, con el diputado Roberto Galeano, en 1959; o al escritor Arturo Jauretche con el general Oscar Colombo, en 1971. A veces corrió un poco de sangre: en 1965, cuando el general Rodolfo Larcher hizo un tajo en la frente del diputado nacional Agustín Rodríguez Araya. O cuando el diputado Ernesto Sanmartino hirió de un sablazo a su colega Alvaro Monte, en 1960.
Por el encarnizamiento de los duelistas sería memorable el duelo del 3 de noviembre de 1968 entre el almirante retirado Benigno Varela y el periodista Yolibán Biglieri, director de “La Autonomía”, de Lanús, a causa de una publicación que el marino juzgó injuriosa. Ambos eran esgrimistas y se enfrentaron a sable “de filo, contrafilo y punta” en una quinta de Monte Chingolo.
Al fin del tercer asalto el duelo fue suspendido: Varela y Biglieri tenían tajos en la cara y en los brazos, y estaban cubiertos de sangre. Los médicos resolvieron dar por terminado el encuentro, por el cansancio de los duelistas y por ser “las heridas parejas en cuanto a seriedad”. Los entendidos consideraron singular este encuentro por la furia de los protagonistas: se registraron alrededor de 14 embestidas “cuerpo a cuerpo”, que son las que representan el riesgo mayor.